Para nosotros, los paraguayos, esta negociación será extremadamente compleja y difícil, porque desde sus inicios el tema de Itaipú ha dividido a nuestra sociedad, entre los que creen que el Tratado fue un acto de entrega de soberanía y los que creen que este fue el acto que cambió positiva y radicalmente nuestra historia económica.
Estas dos posiciones extremas están teñidas por el desconocimiento de un tema complejo, pero por sobre todo por la ideología y los intereses políticos y económicos en juego.
En lo ideológico, existen sectores que ven en Itaipú un paso más del imperialismo brasileño, que primero nos aniquiló en la Guerra de la Triple Alianza, que después nos negó nuestros derechos sobre los Saltos del Guairá, para finalmente imponernos un Tratado que nos perjudica.
Pero existen otros sectores que dicen que tenemos que hacer como lo hicieron Japón y Alemania que después de ser arrasados en la Segunda Guerra Mundial, decidieron mirar al futuro, se reconstruyeron rápidamente y hoy son grandes potencias.
En ese sentido, el Paraguay — siendo un país mediterráneo y pequeño, con un vecino gigantesco como el Brasil — solamente podrá desarrollarse si económicamente se integra a las cadenas productivas y accede al mercado brasileño.
Estas son las dos miradas extremas en el Paraguay y esas miradas ensombrecen totalmente el ambiente para la negociación del Anexo C.
Observando el proceso de negociación que se ha iniciado esta semana, vemos un camino largo y difícil: primero porque tenemos que ponernos de acuerdo entre nosotros los paraguayos, luego ponernos de acuerdo con el Gobierno brasileño — donde también existen visiones diferentes — para finalmente tener la aprobación de los Congresos del Paraguay y, sobre todo, del Brasil.
Recordemos que algo infinitamente más sencillo como fue el acuerdo de Lula-Lugo que aumentó la compensación que el Brasil le paga al Paraguay por la cesión de la energía de Itaipú llevó… ¡¡tres años!!
En el 2008 comenzaron las negociaciones, en el 2009 se firmó el acuerdo y recién en el 2011 se consiguió la aprobación del Congreso brasileño, gracias al enorme liderazgo que en esa época tenía Lula.
Conociendo todo esto podemos afirmar con total seguridad que un nuevo Anexo C no será posible por lo menos hasta el 2024, por todo lo señalado anteriormente y porque en los próximos dos años ambos países vivirán en medio de una enorme turbulencia política, debido a las elecciones presidenciales en el Brasil en el 2022 y en el Paraguay en el 2023.
El problema es que si no hay un nuevo Anexo C, el año que viene la deuda de Itaipú se reducirá en 600 millones de dólares y consecuentemente la tarifa se reducirá en un 18% y en el 2023 la deuda volverá a reducirse en 1.500 millones de dólares, y la tarifa se reducirá acumulativamente en un 63%, que es lo que el Brasil desea y que es lo que no le conviene el Paraguay.
Estamos en el año 2021 y en el mes de noviembre de este año, el Consejo de Administración de Itaipú deberá aprobar el Presupuesto para el 2022, y ahí si todo sigue igual comenzará a bajar la tarifa.
La propuesta concreta de este artículo es que el Paraguay debe negociar urgentemente con el Brasil un “acuerdo puente” que permita mantener la tarifa actual hasta tener negociado y aprobado el nuevo Anexo C, que va a llevar años. Este “acuerdo puente” tiene que ser viable jurídicamente dentro del marco del actual Anexo C.
Si no lo hacemos la tarifa comenzará a bajar y después será imposible volver a elevarla.
Al igual que con el manejo de la pandemia, en el tema de Itaipú hemos perdido tiempo en discusiones estériles y hoy todo se ha vuelto urgente.
Pongámonos de acuerdo y actuemos, por favor.
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