Economía mundial: ¿Aterrizaje duro o suave?

Hace unos días, el CEO del principal banco norteamericano, el JPMorgan Chase, dijo que hay que estar preparados para un huracán. Esta frase refleja la creciente preocupación hacia un probable aterrizaje duro de la economía americana que combine inflación, tasas de interés altas y recesión.

No es para menos. Hay un conjunto de factores que están afectando negativamente a las economías del hemisferio Occidental. El principal es el fuerte salto en la tasa de inflación, tanto en EEUU como en Europa, alcanzando niveles no observados en 40 años. Las causas más inmediatas de este resurgimiento inflacionario están en las políticas fiscales y monetarias ultraexpansivas implementadas para enfrentar la pandemia e impulsar la recuperación económica posterior a ella, las cuales dieron un impulso a la demanda agregada mundial; justo al mismo tiempo de presentarse importantes cuellos de botella en la logística y en la producción de insumos críticos a nivel mundial que restringieron la capacidad de expansión de la oferta, generándose un fuerte desequilibrio en todos los mercados de bienes, incrementos en los costos y finalmente en los precios al consumidor.

Esta inflación internacional se manifestó inicialmente en los precios de commodities pero fue expandiéndose rápidamente hacia todos los bienes de consumo y de capital, y se le sumó el impacto que tuvo la invasión de Rusia a Ucrania y las sanciones económicas posteriores a Rusia en los precios del petróleo, del gas natural, del trigo, etc., y su traslado a los precios de combustibles y alimentos básicos. Además, como derivación, vienen aumentando las demandas salariales en los mercados laborales, trasladando las presiones inflacionarias hacia los sectores de servicios en general, e incrementando los riesgos de desencadenar una espiral salarios-precios que convierta una inflación, con aparentes causas transitorias, en una inflación alta persistente en el tiempo que afecte las expectativas y las tasas de interés de largo plazo, con todas sus implicancias negativas.

La Reserva Federal de EEUU y otros bancos centrales tuvieron una tímida reacción inicial, asumiendo que la inflación sería transitoria, pero fueron sorprendidos por su rápida expansión y dispersión hacia todo el espectro de bienes y servicios de la economía, y empezaron a actuar con fuerza preocupados por la potencial persistencia. La Fed aceleró el ritmo de incrementos de sus tasas de política monetaria desde marzo pasado y empieza a reducir gradualmente la liquidez que había inyectado a través de la compra de bonos del tesoro e hipotecarios para estabilizar los mercados de capitales y las tasas de interés de largo plazo desde inicios de la pandemia de la Covid-19.

La discusión ahora es sobre cuánto debe aumentar la Fed su tasa de interés de corto plazo para reducir la inflación a la meta del 2% anual. En marzo indicó que sus tasas llegarían al 2,75% y que la inflación se reducirá al 2% a medida en que vayan disipándose sus componentes transitorios y, además, sin provocar recesión ni un aumento del desempleo, indicando un aterrizaje macroeconómico suave. Sin embargo, según algunos economistas como Lawrence Summers, de la Universidad de Harvard, es difícil que la inflación se reduzca mágicamente y es muy probable que requiera tasas más elevadas y algún periodo de recesión para lograrlo efectivamente. En el mercado de capitales, operadores importantes como el Citi proyectan que la tasa de la Fed alcanzaría el 3,5% hacia mediados del próximo año, pero con una curva temporal invertida de tasas de interés.

Así las cosas, con las altas tasas actuales de inflación y los problemas geopolíticos que se van profundizando, es mayor la probabilidad de un aterrizaje duro en EEUU y Europa, con tasas de interés más altas para anclar expectativas y con costos en términos de actividad económica. Con ello se ralentizarán la economía y el comercio mundial y habrá menos liquidez internacional, empeorando el entorno económico y financiero para las economías emergentes y para nuestro país. Debemos estar atentos, ser cautos y austeros, estar lo mejor preparados posible por si llega el huracán y minimizar sus efectos. Una buena cosecha en las próximas zafras nos dará un gran respiro para enfrentarlo.

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