El modelo de crecimiento está agotado
La semana pasada Dende presentó su visión sobre la situación del país y sus perspectivas futuras. Una de las conclusiones de la misma ha sido que el modelo que nos permitió crecer en los últimos veinte años, se encuentra agotado.
Recordemos que desde la finalización de la construcción de Itaipú nuestro país tuvo un largo periodo de estancamiento económico y de incremento de la pobreza.
En el año 2001 se produjeron dos eventos internacionales muy importantes: Uno fue la fuerte reducción de las tasas de interés en dólares, debido a que Estados Unidos estaba en recesión y el otro fue la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio, lo cuál aceleró el proceso de globalización.
El resultado de tener un dólar barato y de la entrada de China a la economía global fue que el precio de todas las materias primas tuviera un crecimiento extraordinario. En los siguientes años, el petróleo que estaba en 24 dólares se incrementó a 147 dólares el barril, mientras que la soja que estaba en 180 dólares se incrementó a 610 dólares la tonelada.
Todos los países de América del Sur crecieron vertiginosamente pero como en muchos de ellos había gobiernos populistas –Chávez en Venezuela, Kirchner en Argentina, Lula en Brasil– estos aprovecharon para repartir a manos llenas dicha bonanza. En esa época el analista Mariano Grondona decía “en la Argentina hacemos todo mal, pero igual nos va bien”.
En el Paraguay el sector privado aprovechó ese viento favorable, invirtiendo en toda la cadena del complejo soja: Duplicando el área sembrada, incorporando tecnología de punta en el proceso productivo y fortaleciendo la logística de almacenamiento y transporte. Algo similar ocurrió con la cadena de la carne.
En este periodo de gran crecimiento nuestro Estado no molestó ni interfirió, como sí hizo la Argentina, donde aplicaron impuestos a las exportaciones de soja y prohibieron las exportaciones de carne.
Nuestro Estado siguió con su modelo de cobrar bajos impuestos, de despilfarrar dicha recaudación en el clientelismo político y de brindar servicios públicos de pésima calidad.
El problema apareció a partir del 2014 cuando los precios comenzaron a bajar y la economía de casi todos los países de la región empezaron a desplomarse. Los más irresponsables como Venezuela, Argentina e incluso Brasil, hasta hoy tienen graves crisis económicas y políticas.
El Estado paraguayo que no había molestado al sector productivo durante el boom y que tenía un bajo nivel de endeudamiento, a partir del año 2012 comenzó a recurrir al endeudamiento externo para invertir en infraestructura, buscando de esa manera compensar el menor dinamismo del sector privado. Ese proceso de endeudamiento acelerado nos llevó de una deuda de 2.469 a 11.472 millones de dólares, pasando del 12 por ciento al 37 por ciento del PIB.
Este modelo ha llegado a su fin, pero necesitamos seguir creciendo para brindar oportunidades de trabajo a nuestra gente y el Paraguay tiene todas las condiciones para hacerlo. Debemos seguir siendo un gran productor de alimentos, pero debemos potenciar otros motores para el crecimiento futuro. Uno de esos nuevos motores deberá ser el sector industrial, tanto el de la agroindustria como aquellos sectores que utilizan abundante mano de obra y energía.
Pero el Estado tiene que apoyar este proceso con infraestructura de calidad, con una mejoría radical en nuestra educación, con un impulso decidido a la tecnología y a la innovación, dentro de un marco de seguridad física y jurídica. Este modelo de bajos impuestos, de alto endeudamiento, de gastos de mala calidad y con pésimos servicios públicos, ha llegado a su fin.
Necesitamos un Estado diferente para seguir creciendo.
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