Sabor amargo
La semana pasada Dende presentó sus perspectivas para el 2021, donde observamos que, luego de la caída del año pasado como consecuencia del Covid 19, tanto la economía mundial, como la de América Latina y la del Paraguay tendrán un año de crecimiento.
A pesar de que esta es una buena noticia, no podemos dejar de sentir un sabor amargo al ver que dicho crecimiento y dicha recuperación se está produciendo en forma absolutamente desigual, tanto entre los países como dentro de cada uno de ellos.
Era previsible que esto ocurriera porque el Covid-19 fue como una tormenta inesperada en el medio del mar, que a algunos les tomó en grandes barcos, a otros en pequeñas embarcaciones y a muchos en precarias balsas. Por tal motivo, los daños que causó el Covid-19 fueron muy desiguales y consecuentemente la recuperación posterior también será muy asimétrica e injusta.
Comencemos con China —para muchos el culpable de la pandemia—, que fue el único país del mundo que no tuvo números negativos el año pasado, y, que este año 2021 se estima tendrá un vigoroso crecimiento del 8,4%.
Como defensa ante los reclamos del mundo, China dice que fue el primer país en sufrir la pandemia y consecuentemente fue el primero en recuperarse…, pero la situación nos ha dejado un sabor amargo.
Los otros países que se están recuperando más rápido son los países desarrollados, que acapararon todas las vacunas para —egoístamente— primero vacunar a su población, dejando a los países en vías de desarrollo en un total desamparo. Gracias a esa vacunación rápida y masiva, estos países ya están liberando sus economías y eso se refleja en el enorme rebote y crecimiento para este año, donde por ejemplo, Estados Unidos crecerá un 6,4%.
Como defensa ante los reclamos por este comportamiento egoísta, alegan que han invertido miles de millones de dólares en el desarrollo de estas vacunas, las cuales posteriormente van a estar disponibles para el resto del mundo…, pero esta situación nos ha dejado un sabor amargo.
Hasta la turbulenta América Latina, que el año pasado sufrió un desplome de su economía con una caída del 7% —el doble del mundo—, este año 2021 tendrá un crecimiento del 4,6%, menor que la de los países desarrollados y mucho menor que la de los países asiáticos.
Con este crecimiento la mayoría de los países de la región no podrán recuperarse de las caídas de los años anteriores y, consecuentemente, los problemas de pobreza y desigualdad van a seguir profundizándose… Esta situación también nos ha dejado un sabor amargo.
En el caso del Paraguay, la estimación de crecimiento para nuestro país es de 3,5%, por debajo del promedio de nuestra región y muy por debajo del crecimiento mundial. El año pasado nuestro Gobierno presentó como un gran logro suyo que nuestra economía había sido la que menos había caído; lo que no dijo es que tuvo una gran influencia en esos resultados la buena lluvia y el excelente año agrícola.
Este año en que seremos uno de los países de la región de menor crecimiento, seguramente sí se dirá que en parte se debe a la menor producción agrícola y a la menor producción de energía, ambos por culpa de la escasa lluvia. Tenemos que reconocer que somos un país lluvia-dependiente; nuestra agricultura, nuestra ganadería, nuestra generación de energía, la navegación de nuestros ríos y la logística de nuestra exportación e importación, dependen de ella.
El problema es que nuestra gente vive cada vez más en ciudades y la fuente de generación de empleo depende de la industria, del comercio, pero fundamentalmente de los servicios y ese sector continúa muy golpeado por la pandemia.
Si nuestro país no realiza reformas profundas en el funcionamiento de su Estado y en su estrategia de crecimiento, siempre vamos a seguir dependiendo de la lluvia… y ese también es otro sabor amargo que nos ha dejado la pandemia.
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