¿La dictadura del 23 y del 41?
La destitución en el Senado de Kattya González y el intento de la oposición de revertir esa decisión, también en el Senado, hizo que mucha gente comprendiera que, con 23 votos en dicha Cámara se puede hacer casi… cualquier cosa.
Hace algunas décadas, un prestigioso abogado constitucionalista de nuestro país me comentó una conversación que mantuvo con un viejo zorro de nuestra política de aquel entonces.
En dicha conversación, el abogado le explicó un artículo de nuestra Constitución de 1992 haciendo mención al “espíritu que tenían los constituyentes cuando lo redactaron”, a lo cual el político le respondió: “Doctor, la política no tiene espíritu, es aritmética simple, porque si sumando los votos alcanzás la mayoría, podés interpretar como quieras el espíritu de la ley”.
Esta anécdota me hace reflexionar sobre las dos maneras de ver la política: una, es una visión idealista que dice que la política es la búsqueda del bien común, del bienestar de los ciudadanos y del prestigio de la nación; y la otra, es la realista, que dice que la política es el arte de lo posible, y que el político debe buscar alcanzar el poder, mantenerlo e incrementarlo.
Esta visión realista es lo que se llama la realpolitik, un término acuñado por el canciller alemán Otto von Bismark para definir su política pragmática en el siglo XIX, armonizando intereses contrapuestos de los diferentes reinos, que hizo posible la unificación de Alemania.
Esta visión de la política la explica muy claramente Maquiavelo en su libro El Príncipe y era la visión imperante en el Imperio británico cuando en la cima de su apogeo en el siglo XVIII su primer ministro lord Palmerston dijo: “Los países no tienen amigos ni enemigos permanentes, tienen intereses permanentes”.
Es importante que el gobierno de Santiago Peña reflexione sobre estas dos maneras de manejar la política, porque vemos en su seno la presencia de las dos visiones, lo cual le genera grandes contradicciones que le llevan permanentemente a avanzar y luego a retroceder.
Por un lado, está el equipo de los ministros técnicos que con una visión idealista de la política quieren impulsar grandes cambios que nos permitan como país avanzar hacia el desarrollo y como ciudadanos hacia una vida digna.
La reforma del servicio civil, de la educación, del sistema de salud y de la mejora substancial en la seguridad son cambios imprescindibles que todos apoyamos fervientemente.
Pero, por el otro lado, está el sector político que apoya al gobierno, que se encuentra en el Partido Colorado y que está minado por el clientelismo, el nepotismo, la corrupción y el crimen organizado.
La gran contradicción que tiene el gobierno actual es que casi todos los cambios que quiere impulsar su sector técnico van directamente en contra de los intereses del sector político que lo apoya. Por eso, se anuncian grandes planes y luego humillantes contramarchas.
Para que eso no ocurra necesitamos de técnicos que aprendan sobre el manejo de la política, pero de la buena política, basada en hablar, dialogar, enseñar y aprender de todos los sectores de la sociedad y no de un solo partido.
También necesitamos que el Partido Colorado que hoy está ensimismado en sumar más y más votos a su ya amplia mayoría parlamentaria recupere el espíritu de la Asamblea Constituyente de 1992, donde ese mismo Partido Colorado teniendo mayoría redactó la nueva Constitución con la activa participación de todos los sectores del país.
Ante todos los extremos que existen en la vida, Buda decía que el camino de la sabiduría era el camino del medio. En el caso que hoy estamos analizando, el camino del medio en la política es un equilibrio entre el idealismo y el realismo.
Si la política se limita al realismo y exclusivamente a simple aritmética, no tenemos democracia. Tenemos una dictadura que gobierna con 23 votos en el Senado y 41 votos en Diputados.
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