El Anexo C debe negociarse con participación ciudadana

Transcurría el año 2020 y en aquel momento escribí un artículo titulado “El Anexo C vence este año”, sabiendo que este debía ser revisado recién tres años después –en el 2023–, pero también sabiendo que una negociación de esta complejidad iba a demandar mucho tiempo.
Sabíamos que la primera gran negociación iba a ser entre nosotros los paraguayos, donde el tema estaba absolutamente polarizado entre un sector radical autodenominado patriotas con pretensiones utópicas y otro sector acusado de vendepatrias por presentar propuestas conservadoras, pero muy realistas.
Sabíamos que la segunda gran negociación iba a ser con el Gobierno brasileño, en cuyo país existen sectores muy poderosos, nada dispuestos a hacer concesiones al Paraguay y que solamente buscan reducir los costos de Itaipú para bajar el precio de la energía para el consumidor y para la industria brasileña.
El tercer gran escollo a superar iba a ser la aprobación por parte del Congreso brasileño de un eventual acuerdo. Recordemos la enorme oposición de los Estados del norte para aprobar el acuerdo Lula-Lugo y recordemos que existe un acuerdo firmado en el año 1995 para modificar el Anexo A que hasta hoy ni siquiera fue tratado.
El tercer gran escollo a superar iba a ser la aprobación por parte del Congreso brasileño de un eventual acuerdo. Recordemos la enorme oposición de los Estados del norte para aprobar el acuerdo Lula-Lugo y recordemos que existe un acuerdo firmado en el año 1995 para modificar el Anexo A que hasta hoy ni siquiera fue tratado.
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