Capital social y reformas

En las últimas semanas gran parte de la sociedad viene discutiendo en redes sociales y en los medios de comunicación sobre políticas públicas de enorme trascendencia para el desarrollo de la gente, como el Plan Nacional de Transformación Educativa, encarado por el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), o el Censo de Población y Viviendas, llevado a cabo por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) el miércoles último.

En una sociedad democrática como la que pretendemos, la amplia participación y las discusiones profundas son fundamentales como parte del proceso de construcción de una visión compartida sobre aspectos relevantes para la vida de las personas, y deben ser promovidas por los líderes y gestores de las políticas públicas. Sin embargo, por alguna razón que no acabo de comprender, en estos intercambios de opiniones ha venido extendiéndose una creciente polarización, con escasa apertura a escuchar, reflexionar, desarrollar conceptos, plantear opciones y construir nuevas propuestas que incorporen los distintos puntos de vista, preocupaciones o temores que permitan avanzar en el diseño e implementación de políticas fundamentales para el desarrollo de la nación.

Para un país como el nuestro, que está en las etapas iniciales y que requiere importantes reformas en casi todos los sistemas e instituciones públicas para acelerar el proceso de desarrollo económico y social, es fundamental que los líderes de los distintos sectores, políticos, empresariales y sociales encuentren la manera de construir confianza, ese capital social tan necesario para dialogar con credibilidad, alcanzar acuerdos y asumir compromisos que permitan llevar adelante políticas de Estado que afectarán las prioridades de varios gobiernos en el futuro y así garantizar su sostenibilidad, evaluación y mejora continua, sin inventar la rueda en cada periodo de gobierno. En ciertas áreas, como tener una política fiscal responsable, con un nivel de endeudamiento acotado o que la emisión monetaria necesaria para mantener la estabilidad de precios sea administrada por un Banco Central autónomo con personas especializadas, son algunas políticas en las cuales hemos logrado acuerdos que han permitido mantenerlas por varios gobiernos.

Sin embargo, en otras áreas no hemos sido capaces siquiera de discutir con seriedad y responsabilidad, como sobre la necesidad de mejorar la calidad de la educación pública, que es crítico para elevar el capital humano de los paraguayos, lo cual nos permitirá incorporar nuevas tecnologías y desarrollar actividades económicas de mayor valor agregado, con productividad e ingresos más elevados; o sobre cuán prioritario es mejorar y garantizar el acceso a servicios de salud oportunos y de calidad para todos los paraguayos; o sobre qué debemos hacer para mejorar el servicio de transporte público de pasajeros; o cómo reducir la delincuencia y mejorar la seguridad ciudadana; o sobre la necesidad de garantizar una adecuada alimentación para todos, en especial para la primera infancia, etc. Todos estos programas y servicios públicos, ejecutados por diversas instituciones públicas, no funcionan, prestan pésimos servicios y son ineficientes. Necesitan ser reestructurados, incorporar nuevas tecnologías, dotarles de infraestructura adecuada, personas capacitadas con vocación de servicio, etc.; no solamente más recursos, sino mejorar la eficiencia, optimizar los servicios con la calidad adecuada, y luego asignarles más recursos según necesidad con base en una evaluación rigurosa.

Reformar cada una de estas áreas requiere conversaciones profundas, con honestidad intelectual y priorizando el bien común para desarrollar una visión compartida y construir políticas de Estado. Si los líderes de cada sector solo priorizan la defensa de sus propios intereses inmediatos, sin tomar en consideración el conjunto de la sociedad, será difícil encarar los grandes desafíos que tenemos; con el riesgo de caer en un estancamiento prolongado, pobreza creciente y recurrentes crisis políticas y sociales, podemos convertirnos en un país inviable. Ojalá después de las elecciones, quien resulte ganador sea capaz de generar confianza, propiciar el diálogo y alcanzar acuerdos que nos permitan superar estos obstáculos y avanzar hacia un mayor bienestar para todos.

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