El Congreso: Representativos o sabios

Los acontecimientos de la semana pasada en el Congreso nos han mostrado descarnadamente a los ciudadanos la lamentable calidad ética e intelectual de una gran mayoría de nuestros nuevos representantes.

Los temas que tuvieron que ser tratados hablan por sí mismos: 1) el desafuero del senador Erico Galeano, acusado de lavado de dinero y de asociación criminal; 2) el juramento como senador de Chaqueñito, un influencer de baja formación intelectual, en lugar del electo Mbururu, que se encuentra en prisión acusado de abuso sexual de menores; 3) la lamentable intervención de la diputada Virina Villanueva, que ni leyendo su discurso pudo hilvanar una presentación coherente.

A lo largo de nuestra era democrática, elección tras elección, el nivel de nuestros congresistas ha ido bajando hasta llegar al actual que, salvo honrosas excepciones, es el peor que hemos tenido.

Nuestra Constitución de 1992 tuvo como idea central el implantar un “presidencialismo atenuado” –es decir tener un presidente con pocos poderes para evitar volver a la época stronista– instituyendo un Congreso todopoderoso.

Nuestro Congreso, además de sus atribuciones de legislar tiene la facultad de destituir, por medio de un juicio político, a las cabezas de los otros poderes del Estado, al presidente y a los miembros de la Corte Suprema de Justicia.

La intención de los constituyentes fue buena porque en una democracia representativa el pueblo gobierna por medio de sus representantes, y el Congreso, conformado por representantes de los diferentes partidos políticos y de los diferentes departamentos del país, es la caja de resonancia ideal para escuchar todas las voces.

Pero ante esta situación de un Congreso con gran poder y de cada vez peor calidad moral e intelectual de sus miembros, uno no puede dejar de preguntarse: ¿el Congreso debe ser un espacio donde se encuentren las personas representativas de los diversos sectores del país o debe ser un cenáculo donde se encuentre la gente más sabia de la nación?

Si la respuesta es la primera alternativa debemos afirmar que el actual Congreso del Paraguay es representativo de amplios sectores de nuestra sociedad, que lamentablemente tiene un muy bajo nivel intelectual, producto de una educación de pésima calidad, y que tiene un nivel ético también muy bajo, producto de la corrupción rampante que asola nuestro país desde la dictadura stronista hasta nuestros días.

Pero si la respuesta es la segunda alternativa, tenemos que preguntarnos ¿cuál debe ser el sistema electoral más conveniente para elegir una mejor calidad de representación?

No existe un sistema electoral perfecto que asegure una mejor calidad de los representantes, pero está demostrado que los sistemas electorales indirectos y/o donde los partidos políticos tienen intervención en la selección de los candidatos, eligen a una mejor representación que aquellos donde el voto del pueblo es directo.

Muchos dicen que el voto directo es el único sistema democrático, pero eso no es así. Los Estados Unidos, la cuna de la República y de la democracia moderna, tiene un sistema electoral indirecto.

Con todos sus problemas, que los tiene, el sistema de listas bloqueadas donde los partidos políticos tenían una importante participación en la selección de los candidatos es “menos peor” que este sistema desbloqueado que hoy tenemos.

Buda decía que el camino de la sabiduría es el “camino del medio”, que es el sendero de la moderación que huye de los extremos, que siempre son malos.

Tenemos que encontrar “ese camino del medio” en un nuevo sistema electoral que permita que los diferentes sectores de la sociedad se sientan representados, pero por su mejor gente y no por los peores.

Si no hacemos algo vamos a dejar atrás la dictadura del pasado, pero con seguridad vamos a encontrarnos con la anarquía, en el futuro.

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