El cáncer del Paraguay

La semana pasada tuvo una gran difusión el informe del Departamento de Estado del Gobierno norteamericano sobre el “Clima de Inversiones 2024 del Paraguay”.

Ciertos sectores de la prensa se hicieron eco de este informe resaltando con grandes titulares los puntos negativos mencionados en el mismo, especialmente en lo relacionado a la “corrupción descontrolada que frena el desarrollo económico”.

Referentes de nuestro Gobierno que se sintieron atacados salieron a minimizar o descalificar dicho informe, alegando que el mismo estaba desactualizado, que tenía errores y que era irresponsable.
Leyendo el informe mencionado veo que el mismo es actualizado porque contiene datos del año 2023 que es el último año cerrado y veo también, que el mismo es balanceado porque contiene aspectos positivos y aspectos negativos de nuestro país.
En los aspectos positivos señala el “historial de políticas macroeconómicas prudentes y consistentes y una sólida liquidez externa” y que tenemos “un potencial de crecimiento continuo durante la próxima década”.

En los aspectos negativos señala que la “falta de infraestructura a menudo lleva a que hacer negocios en el país sea más desafiante y costoso” y que “la corrupción desenfrenada, la impunidad y el soborno continúan obstaculizando la economía del Paraguay”.

El informe dice lo que todos sabemos y no es una crítica al actual gobierno, porque tanto los aspectos positivos como los negativos vienen desde mucho tiempo atrás.

La falta de infraestructura es un problema que viene desde nuestra independencia, debido a que a lo largo de la historia el Estado paraguayo ni siquiera haya ocupado plenamente su territorio, con enormes impactos negativos en lo económico y en lo político.

La estabilidad macroeconómica viene desde los años 40 del siglo pasado cuando gracias al liderazgo de un gran paraguayo llamado Carlos Pedretti y a la asistencia técnica de la Reserva Federal de los Estados Unidos, creamos nuestra moneda el Guaraní y un Banco Central relativamente independiente del sector político.

La corrupción viene desde la dictadura de Stroessner que por “el precio de la paz” permitió que personeros del régimen incursionaran en todo tipo de corrupción, desde las grandes licitaciones, el contrabando, el narcotráfico, etc.

Esta corrupción se desenfrenó en la democracia o como dice irónicamente Gonzalo Quintana “se corrompió la corrupción”. Hoy hay corrupción a través del contrabando, de la falsificación, del narcotráfico, del clientelismo y de la auto adjudicación de beneficios por parte de la clase política.

Esta corrupción afecta la calidad de nuestra democracia y nos recuerda el refrán: “cuando los de arriba pierden la vergüenza, los de abajo pierden el respeto” ya que los actos de corrupción que vemos en nuestros gobernantes todos los días generan en la ciudadanía primero malestar, después bronca y en algún momento producirán una explosión social.

Esta corrupción afecta nuestro desarrollo económico, porque existen numerosos estudios que coinciden en que el principal capital de un país es su capital social, que básicamente puede resumirse en el nivel de confianza que existe entre los ciudadanos.

Confianza en nuestras autoridades políticas y en nuestros lideres sociales; confianza en las empresas y en las organizaciones de la sociedad civil; confianza en las familias y en las personas.

El cáncer que destruye esa confianza es la corrupción y ese cáncer no solamente destruye nuestra democracia y nuestro desarrollo, sino también impide alcanzar una vida digna y armoniosa entre los ciudadanos.

El informe del Departamento de Estado puede tener algunos adjetivos calificativos que quizás suenen muy fuertes e innecesarios, pero en el fondo el contenido refleja nuestra realidad y lo que todos sabemos de nuestro país.

Duele cuando lo declara un país extranjero, pero la solución no vendrá por matar al mensajero.

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