El tiempo perdido

Cuando un nuevo Gobierno asume el poder, este llega con una mochila llena de promesas, con poco dinero y con poco tiempo para satisfacerlas, antes de que vuelvan los tiempos de elecciones.
Los primeros años de una nueva administración suelen ser los más fértiles porque no hay urgencias electorales y existe una especie de luna de miel política que crea el clima ideal para realizar las grandes reformas que se necesitan.
En el Paraguay necesitamos realizar numerosas reformas, pero las más importantes e imperiosas son de la Caja Fiscal, del sistema jubilatorio y del sistema de salud.
La Caja Fiscal viene acumulando déficits crecientes desde el año 2015 debido a que los montos pagados por las jubilaciones superan ampliamente los aportes recibidos de los funcionarios activos.
Este déficit que es cubierto con los impuestos alcanzará este año la suma de 343 millones de dólares y el Ministerio de Economía y Finanzas estima que el próximo Gobierno en el 2028 recibirá un déficit de 683 millones de dólares.
Los sectores que originan este desbalance en la Caja Fiscal y que necesitan de reformas profundas son los de los militares, de los policías y de los maestros.
La segunda reforma imprescindible es la del sistema jubilatorio en su conjunto, donde están 8 cajas diferentes, casi todas en quiebra y con grandes disparidades en los beneficios que otorgan.
Dentro del sistema jubilatorio están, además, de la Caja Fiscal, el IPS, las cajas de los empleados municipales, de los bancarios, de la ANDE y de Itaipú, por citar algunos. A modo de ejemplo sobre las disparidades, para jubilarse en el IPS se necesitan 25 años de aportes, mientras que en la Caja Municipal solamente 15 años de aporte.
La tercera reforma imprescindible es la del sistema de salud en el que las dos grandes instituciones son el Ministerio de Salud y el IPS.
La duplicación de inversiones en hospitales, en equipamientos y en compra de medicamentos generan un costo gigantesco para un país de escasos recursos como el Paraguay.
A su vez, la descoordinación en el funcionamiento de las dos instituciones hace que los ciudadanos, especialmente los de escasos recursos, reciban un pésimo servicio o algo más grave que ni puedan acceder a las consultas.
Estas tres reformas tendrán la oposición de sectores de gran influencia política y de gran capacidad de lobby. A la reforma de la Caja Fiscal se opondrán los militares, los policías y los maestros; en la reforma del sistema jubilatorio se enfrentará a los empleados municipales, de la ANDE y de los bancos y en la reforma del sistema de salud presionarán por sus intereses, las empresas proveedoras de equipamientos y medicamentos.
Estas tres reformas son difíciles de llevarlas a cabo, pero Santiago Peña en los dos primeros años de su mandato tuvo todas las condiciones políticas para realizarlas. Tenía una legitimidad de origen por su amplia victoria electoral, tenía un Gabinete técnico que conocía profundamente estos temas y, sobre todo, tenía una amplia mayoría en Diputados y en el Senado para aprobar disciplinadamente todas las propuestas del Ejecutivo.
Sin embargo, ese enorme capital político fue utilizado para aprobar reformas poco conflictivas como la creación del Ministerio de Economía y la unificación de Tributación con Aduanas, postergando las grandes reformas que el país necesita imperiosamente.
El tiempo oportuno para realizar las reformas importantes y difíciles ha terminado, ahora ya estamos en tiempos electorales, con elecciones municipales en el 2026 y con las generales en el 2028.
Ahora viene el tiempo de la división, del enfrentamiento y de la crispación, que va a hacer imposible obtener las mayorías necesarias para aprobar proyectos de un alto costo político.
En estos dos años del gobierno de Peña se perdió una oportunidad histórica, desaprovechando condiciones ideales que difícilmente volverán a repetirse.
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