América Latina cada vez menos importante
La semana pasada tuve la oportunidad de participar, en Asunción y en Buenos Aires, de la Asamblea Anual del Consejo Empresarial de América Latina (CEAL), una organización que tiene como objetivo promover la integración empresarial y el desarrollo económico y social de los países de la región.
En dicho evento el presidente de la institución Roberto Zamora expresó su preocupación por la participación cada vez menos importante de Latinoamérica en la economía mundial. Al revisar los datos vemos que a finales de los años 70 nuestro subcontinente representaba el 9,5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del mundo, ese porcentaje se redujo al 8 por ciento durante la década de los 80, la llamada “década perdida” y desde ahí fue reduciéndose lentamente hasta llegar a apenas el 6 por ciento actual, según datos presentados en la Asamblea por la consultora McKinsey.
Esta reducción en la participación en la economía mundial se debe, sencillamente, a que nuestros países crecen menos que el resto de los países del mundo.
Como ejemplo, veamos las proyecciones para este año 2024 del Fondo Monetario Internacional donde el mundo crecerá en promedio un 3,2 por ciento y América Latina solamente el 2 por ciento, con lo cual seguiremos perdiendo participación. Nuestro modesto crecimiento está lejos del promedio mundial y más lejos aún del 5,2 por ciento de crecimiento de los países asiáticos e incluso del 3,8 por ciento de los países africanos.
La pregunta que todos nos hicimos en la Asamblea de CEAL es qué debemos hacer para cambiar esta terrible tendencia y la respuesta ha sido muy simple, pero también muy difícil de llevarla adelante. Para crecer económicamente se necesita tener más gente o tener gente con mayor productividad.
Tener más gente parece muy difícil porque la población de América Latina que hoy es de 652 millones de habitantes, viene frenando su crecimiento poblacional desde la década de los años 90, producto de la reducción de la natalidad y de la migración al exterior.
Por el lado de la productividad tampoco el panorama es alentador, porque Latinoamérica con una educación muy deficiente, con una baja inversión en equipamiento y tecnología y con una pésima infraestructura, tiene como resultado un trabajador de muy baja productividad.
Al final llegamos a la misma conclusión de siempre, la solución es educación, educación y educación. Y a eso hay que sumarle inversión en tecnología y en infraestructura.
Para que eso ocurra necesitamos de un sector privado integrado al mundo, pero también necesitamos de un Estado moderno y eficiente, que brinde servicios públicos de calidad en educación, salud, infraestructura, seguridad y justicia. Sin ese Estado reformado, es imposible que en América Latina en general y en el Paraguay en particular, podamos acelerar nuestro crecimiento y acercarnos a los niveles de bienestar material de los países desarrollados.
Sabemos que el desarrollo es un proceso largo y que lleva décadas, pero aquí se aplica el viejo proverbio chino: “Un camino de mil kilómetros siempre comienza con un primer paso”.
Este camino lo recorrieron los países desarrollados en los siglos 18 y 19, este camino lo recorrieron los países asiáticos en el siglo 20 y este camino lo están recorriendo los países de Europa del Este en este siglo 21.
Para transitar este camino requerimos concordia entre los ciudadanos y no los enfrentamientos y descalificaciones que hoy tenemos; para transitar este camino necesitamos trabajar juntos Estado, sector privado y sociedad civil, algo que tampoco existe.
Para transitar este camino es imprescindible la política, pero la buena política que se resume en la frase atribuida a Winston Churchill que dice “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.
Tenemos que lograr hacer estos cambios, caso contrario seremos cada vez menos importantes.
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